Cuatro voces
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- 16 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 sept 2020
Emiliano Sagario
La voz
No tengo una voz. La perdí.
Algunos llaman a esto mudez
yo lo llamo parálisis
lo llamo muerte.
Me la arranqué. Me la arrancaron.
Deshilachadas,
las cuerdas vocales cedieron:
la gravedad y el temblor
son cualidades remotas.
No puedo decir. Lo que digo
no se parece a mi sueño,
no se parece a una sola
buena idea aislada.
Lo que digo es:
muerte muerte muertos.
Lo que digo es:
agujero piedra seca negro agujero.
Como los sordomudos
si hay algo que escucho
es el estruendo de una autopista alejada
o el ruido blanco de mil televisores.
Veo los labios moverse
de las personas que admiro y deseo
y pienso que estoy muerto
o no he despertado.
Si no tengo la voz
⏤la voz que me fue dada⏤
es porque soy invisible
le di mi voz a otros
y esto
también
es política.
Como el mudo que quiere hablar
así el grito.
Crush
En el ciento veintiocho
o entre las góndolas del supermercado
juro que te he visto.
No quise soñarlo, de soñar
estoy tan harto
es tan de otra época.
En el supermercado
que ambos detestamos
porque condena nuestras compras
a un hábito descarnado
te vi robar una botella.
Quise pedirte que me invitaras
a tomarla juntos y a brindar
por ese pequeño acto de justicia
pero no quise distraerte
ni que te pusieras nervioso
llevabas auriculares
y no me ibas a escuchar.
Al ciento veintiocho
donde te he visto a horas distintas
donde cada vez que te veo
sos la bocanada de oxígeno
en el irrespirable sudor del hacinamiento
subiste la otra noche.
Levanté la mirada de la pantalla tumefacta
de las redes sociales tumefactas
y vi como tu barba se hacía paso
entre la gente adormecida.
Debería guiñarle
mejor si sonrío, me dije.
Debería dejarte ver mis ojos para que adivines
que no pertenezco a ningún sitio
pero que todas las miserias del mundo me pertenecen.
Enderecé la espalda, contuve
la respiración para ser más ancho
y que fuera más fácil que tu piel
se rozara con la mía.
Apenas el cable del auricular me toca
el cable blanco
que transporta las canciones
que quiero que escuchemos juntos
el cable apenas.
Ya no te veo
⏤te fuiste al fondo del ómnibus repleto⏤
te imagino.
Y por alguna razón
veo tu piel que se esconde bajo la ropa
y el pelo que se enreda sobre la piel de tu pecho
y es tu pecho que se ofrece a mis oídos
para escucharte respirar
y a mi boca
como punto de inicio incierto
de una línea irregular
descendente y húmeda.
El supermercado del que robaste una botella
anuncia una despedida silenciosa.
Vuelvo a tu cuerpo tal como es ahora
una última vez
⏤la imaginación es infinita pero no basta
los sentidos son mejores a esta hora de la noche⏤
te veo de perfil antes de bajar por adelante
veo el aro de plata en tu oreja izquierda
tu mano firme protegiendo tu cuerpo
de los posibles accidentes
y la barba que se lía
con el cable blanco del auricular.

Edurne Azkenean
La casa
Se cae el techo de la casa
mi cama está debajo
y quizás esté ahí
mi cuerpo.
Explotan los vidrios engrasados
de la ventana
me cortan la mejilla
y pongo la otra pongo la otra.
De la bañera sale sangre
del resumidero de la bañera
de las canillas agua negra
me lavo con eso
me lavo los dientes y la cara.
De los enchufes
y de los portalámparas
chorrea un líquido rancio,
gotea sobre mi pelo.
Pronto habrá un cortocircuito.
El jardín está seco
el pasto y las plantas languidecen
y los perros del barrio
entierran los huesos que desenterraron
de otras casas
en la tierra amarilla.
Si hablaran
dirían
que me trajeron un regalo.
Como no saben
gruñen.
Los narradores
A mi hermano le quitaron los ojos
a mi hermana le trenzaron serpientes en el pelo.
Si no te quedás quieta te muerden.
Si se te sale el llanto
te haremos lo que le hicimos a tu hermano.
Después entraron a una casa
por suerte todos se habían ido
pero los vecinos cuchicheaban
a los vecinos les gusta dar pistas.
Se fueron por allí, están en la azotea
siempre están despiertos hasta tarde
qué raro.
Esos, los que no duermen si los precisan,
son mis vecinos.
Tuvimos que correr.
Éramos tan veloces que no podían vernos.
Los perdigones no eran nuestros
tampoco las pancartas
las habíamos incendiado de jóvenes.
En lo de nuestros amigos
todos estaban cubiertos con mantas.
Era el invierno nuestra estación favorita
pero el resguardo no era del frío
sino de lo que el cielo nos había deparado.
Alguien preguntó por mis hermanos
y alguien preguntó por mis vecinos.
Le desharemos las trenzas
conseguiremos el antídoto.
Y si los ojos no manan de su lágrima
sobre las cavidades desiertas
narraremos con detalle
lo que no pueda ver.
Los poemas recitados por Emiliano:

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