[Cuatro cerebros en cubetas] Coronalipsis
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- 10 jul 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 14 jul 2020
Cada unx encerradx en su casa, relacionándose con el mundo exterior únicamente a través de la computadora. Creyendo. Dudando. ¿No es esto lo más parecido a la distopía de que somos cerebros en cubetas? Esta sección apela a la intersubjetividad, a la estrategia socrática de pensar en diálogo con otrxs. Parte de cierto malestar en relación a la producción filosófica de mayor circulación e invita a amigxs a reaccionar a esta pregunta: ¿qué están pensando, sintiendo y deseando en relación a la filosofía en estos tiempos?
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Apuntes breves sobre tecnofobia, crisis y pensamiento
Marcelo Bentos
Al principio quieres enfocar todos los problemas directamente. Cuanto más directo e insistente el enfoque, más rápida y seguramente consigues quedar atrapado en la red. Nadie está más desamparado que el individuo heroico y nadie puede provocar más tragedia y confusión que esa clase de persona. Blandiendo su espada sobre el nudo gordiano, promete rápida liberación. Ilusión engañosa que acaba en un océano de sangre.
-Sexus, Henry Miller.
Apocalípticos e integrados: ¿Te gustan las películas de ciencia ficción?
Considero que la filosofía tiene la oportunidad de encontrarse —como cada vez que se produce un movimiento generalizado y brusco en el plano social— con el hecho incuestionable de que no es dueña del pensamiento. Me interesan la filosofía y lo que pueda producir a nivel crítico y creativo, pero creo que, bajo la égida del miedo ineludible que riega la imposibilidad de poder proyectar un futuro aún a corto plazo, en el escenario pandémico y de recesión económica que nos toca enfrentar hoy, aparecen más que nunca los fantasmas dualistas y resulta que en un instante todos los mundos posibles que podíamos vislumbrar se transforman en dos únicas posibilidades, o bien la crisis va a darle lugar a una revolución que finalmente produzca la abolición definitiva del sistema capitalista, o bien se instaura un nuevo orden mundial que tiene como cometido la intensificación del control y la explotación en una especie de macabro sueño distópico orwelliano, plagado de “malévola” tecnología. [Estos posibles futuros están siendo imaginados por Gabriel Delacoste en su serie Ciencia (política) ficción, disponible en Sotobosque]. Apocalípticos e integrados, decía Umberto Eco, y hoy el tano aparece más presente que nunca en un mundo que está siendo semióticamente bombardeado sin descanso y donde los intelectuales, pese a sus esfuerzos por hacer crítica al estado de cosas, terminan metidos en la fiesta, voluntaria o involuntariamente.
Creo que la tarea de la filosofía y del pensamiento hoy tiene que ver con sacarnos de este pozo en el que el miedo nos ha metido, con poder pensar distinto en relación a las herramientas que tenemos a disposición, pensar sobre las carencias sistemáticas a las que el capital nos somete cotidianamente, pensar la estúpida soledad en la que siempre vivimos ahora que nos damos cuenta de que quizá no lleguemos a fin de mes y de que la única posibilidad que nos queda es buscar nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de considerar al otro. En definitiva: nuevas formas de vivir a las que no estamos acostumbrados en lo más mínimo, porque el otro siempre puede ser una amenaza.
Creo que internet y la dimensión computacional, por fuerza tan presentes, hoy implican mucho más que la posibilidad de un perverso sistema de control. Pienso que hay espacios de resistencia desregulados, de producción radical, en los que la filosofía tiene mucho para aportar o en los que ya lo está haciendo en forma indirecta, ¿qué hace falta pensar para aumentar las potencialidades colectivas?
Quiero creer en el pensamiento, pero no en forma ingenua, quiero creer que el pensamiento puede dar lugar a otra cosa, alguna cosa que tenga que ver con nosotros y nuestras condiciones de existencia, y quiero creer que podamos hacerlo sin recurrir a esas mismas abstracciones que siempre están ahí haciéndonos creer que sabemos lo que tenemos que hacer, para no hacer nada con lo que tenemos.
Un pensamiento viviente
Una vez un amigo me dijo que el pensamiento es más rápido que la luz y hoy tengo la convicción de que no se equivocaba; las ideas más potentes son en la mayor parte de los casos las que sobreviven al paso del tiempo, rejuvenecen a medida que los años pasan. A veces crean mundos nuevos o simplemente da la sensación de que quien las pudo expresar u ordenar para que podamos entenderlas estaba más cerca de lo que el tiempo cronológico nos muestra. Es como si hubiese vivido siempre en un tiempo plegado, muy lejano y cercano a la vez, preparado para que lo comprendan seres del futuro o de otros tiempos, de otros mundos.
Hacia el final de Materia y memoria: Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu, Henri Bergson esboza una conceptualización del pensamiento en el que las posibilidades de este siempre están en relación con el pasado o la memoria, producida como residuo en interacciones de un esquema senso-motor, con la salvedad de que aquí el círculo no se cierra con la puesta en acción de aquello que aparece de manera simiente. Lo que se piensa queda en un estado de indeterminación; no queremos, o mejor dicho, no necesitamos prestarles atención a los esbozos amalgamados de estas tendencias para poder accionar, nos llevaría a una especie de catalepsia por exceso de información. Sin embargo, escribe Bergson, “nos es forzoso notarlos cuando apretamos de cerca nuestro pensamiento para captarlo completamente vivo y para hacerlo pasar, todavía vivo, dentro del alma de otro”. Me tomo la libertad de interpretar este esbozo en virtud de su obra posterior como el ejemplo de una concepción de pensamiento abierto al caos, indeterminado, vivo.
La raíz etimológica de “especular” es “speculari”, que en toda la serie de significados históricamente adquiridos siempre se relaciona con la mirada. Me llamó especialmente la atención una de las entradas que encontré que plantea que su significado más antiguo es algo como “ver o mirar desde arriba”. La sensación que tengo es de que la filosofía está presa de la mirada y que, sobre todo en su etapa contemporánea, siempre tiene que ver con algo concreto, como si la concretud le cediese consistencia o como si la consistencia tuviera que ver solo con la concretud. De esto se desprende la idea de que la realidad tiene que ver con lo concreto (sea de concretud material o de un orden conceptual) y se la despoja de toda virtualidad que escape a los esquemas perceptivos humanos y a las representaciones de lo que “ya ha sido”, así nos damos la sensación de que la cosa es predecible y determinada. Puede ser tranquilizador, pero los hechos tienden a contradecir continuamente esta mentira piadosa que nos hacemos para vivir un poco más tranquilos.
Quizá sea hora de comenzar a pensar y dejar de intelectualizar miedos, de acercarse a ese pensamiento vivo con el que la filosofía sabe mezclarse en sus mejores momentos, que no tiene necesariamente que ver con los desarrollos conceptuales o teóricos pero de los que extrae toda su consistencia. Acercarse a una filosofía en relación con las ollas populares, los diferentes medios de protesta que aparecen en este nuevo “mundo pandémico”, las expresiones de rebeldía y resistencia en los espacios desregulados de internet, o la prudente desobediencia en relación a las medidas gubernamentales; en definitiva, con toda expresión que tenga relación a alguna tendencia que pueda dar lugar a algo diferente, más humano, colectivo y ético.
El texto recitado por Marcelo:

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