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Historias comprometidas

  • Gera Ferreira
  • 15 jun 2018
  • 7 Min. de lectura

Encrucijada vital

Hundirse en un sueño profundo, tan profundo y extraño que deja de ser sueño y se convierte en realidad. Pero no se trata de un sueño donde predomina el verde, la naturaleza, la planta de los pies acariciada por el pasto delicado en una caminata por el bosque. No. Este es un sueño pesado, un sueño que te viene a buscar cuando menos lo esperás. Un sueño que te empuja al río con un atado de ladrillos en cada pie. Es el miedo el que está ahí; es la pérdida la que viene al encuentro. Se palpan y no es joda. Contra ese sueño-realidad lucha el personaje de Julia —interpretada por María Canale y protagonista de Respirar—, quien a los 30 años se entera de que está embarazada de su reciente ex marido. Solo ella lo sabe, solo ella es capaz de decidir qué hacer, y es allí donde comienza el ahogo, la angustia, la culpa. Respirar no problematiza el tema del aborto desde un lugar común en la esfera de lo dramático, sino que se concentra en los aspectos linderos de una crisis existencial mayor, en la que la interrupción de un embarazo no se retrata como un proceso clandestino, sino como un problema más para el que habría una “solución”.

Si bien la cinta constituye la ópera prima de Javier Palleiro, el tema no le es ajeno. Es que durante el proceso de Respirar cumplió el rol de productor en otra historia (Invisible, 2017, de Pablo Giorgelli) que tiene aristas en común con la suya. Aquella mostraba la misma problemática pero en la otra orilla del Río de la Plata, aunque en ese caso retrata la peripecia de una adolescente. Tampoco es casual el trabajo narrativo en clave femenina. La obsesión del autor puede rastrearse, a su vez, en la multipremiada La luz incidente (2016), de Ariel Rotter, de la que Palleiro también fue productor. Según pude escuchar en diferentes entrevistas, la semilla de Respirar data de 2008 y en ese sentido puede considerarse un tanto premonitoria sobre el asunto, aunque el embarazo como vuelta de tuerca apareció más adelante, reconoce el director.

De todas formas, por aquel entonces no existía este discurso, su debate, ni era legal en ninguno de los dos países. Esto habilita a preguntarnos hasta qué punto el cine nacional ha metido sus narices allí: ¿en cuántas películas uruguayas hemos visto al aborto como un proceso monitoreado con cuidados, como una verdadera posibilidad? Para la actriz María Canale, la película “no aborda el tema con una decisión política de poner en escena algo, sino que es algo funcional a la historia y que, sin embargo, está tomando cierta postura no intencional al respecto”. Es que su estreno en Argentina coincidió con la discusión sobre la despenalización y las movilizaciones, por lo que su aparición puede leerse de maneras diferentes. Respirar no es oportunista, sino oportuna. El aborto no era un tema del cine y, por desgracia, tampoco de la sociedad. Por suerte las cosas cambian. Y vaya si no.

Respirar (Uruguay-Argentina, 2018) 72 minutos Dirección: Javier Palleiro. Guion: Javier Palleiro y Guillermo Rocamora. Género: Drama. Protagonistas: María Canale y César Bordón. Productoras: Seacuático y Tareafina. Fotografía: Gerardo González.

*En Sala B hasta el lunes 17, y a partir del 22 de junio por dos semanas en Cinemateca.

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El beat de la vida misma

“Tengo una licencia / pa darle pa abajo a los bocones / que por plata dejaron todo esto en decadencia. / No quiero una sentencia / por decirlo claro y con mucha experiencia / voy a hacer sentir que es pesada mi presencia”. Así arranca la canción “Yo soy Marconi”, del rapero Aníbal González (aka Don Cony), que fue grabada en la Usina Cultural Casavalle en 2011. Agustín Flores, director del documental Los olvidados, es técnico de video allí y viene trabajando con él desde entonces. Además de grabar la canción, un año después hicieron juntos el video y les fue re bien: al toque obtuvo 100.000 visualizaciones en YouTube, lo que puso al barrio una vez más en la agenda de los medios, pero desde un lugar de denuncia potenciado por lo artístico, sin violencia, sin tapujos, concentrando el espíritu y la fuerza de una especie de propuesta/respuesta que el barrio quería darle/devolverle al resto de la sociedad. Búsquenlo, se encuentra fácilmente. A raíz de ese proceso puntual, quedó una relación personal y artística entre Flores y Cony, y eso le permitió al realizador ir más a fondo para trabajar en un proyecto de largometraje que, entre idas y vueltas, llevó siete años. Dos años desarrollando la idea, tres años de filmaciones y dos años más de edición, según escuché decir a Agustín en una entrevista televisiva.

En 2012 un joven es asesinado por la policía en el Marconi, luego de un confuso episodio. Lo mismo ocurrió en 2016, bajo circunstancias similares. El documental Los olvidados transcurre entre ambos hechos y muestra la realidad del barrio desde la óptica de dos raperos, Don Cony y su hermano Christian González (Kitty), que nacieron y se criaron allí. La modalidad de filmación durante gran parte de la cinta fue la de la cámara en mano, ya que les fue cedida a los protagonistas para que registraran su vida cotidiana en todo momento. El realizador comenta en una entrevista: “Les dimos unas pequeñas cámaras que entran en la palma de una mano. Ellos las dejaban en algún punto de vista fijo y después todo se naturalizó por lo chiquitas que son. Llegaron varias horas de filmación de ellos y fuimos seleccionando”. A veces la cámara no está fija sino en movimiento y la historia se narra más a través de acciones o visiones que desde las palabras. No hay narrador en off ni presentación, hay una realidad que te devuelve lo que quiere. La película es concebida a la manera del documental humano, estilo particular cuyo ascendente mayor en nuestro medio es el memorable trabajo de Mario Handler, Aparte (2002), que retrata con crudeza incisiva el estilo de vida en los asentamientos, dejando al descubierto la pobreza de algunos barrios de nuestra coqueta capital.

Los olvidados no se encarga de eso. Se encarga de los que quieren salir adelante. Se encarga de desmitificar el prejuicio construido sobre el barrio basado en lo que los medios nos muestran. ¿Hay resentimiento? Sí. ¿Hay humildad? Sí. ¿Hay gente trabajadora? Sí. También los hay sin acceso al agua potable ni a la luz eléctrica, no porque no puedan acceder a ella por motu propio, sino porque el Estado parece no tener jurisdicción en ese pedazo de territorio, donde el estigma de delincuente se lleva grabado.

Desde sus inicios el hip hop funcionó como una forma de expresar rebeldía ante la desigualdad, como una forma de mostrar valentía ante la pena, como una forma de desafiar a las autoridades a través de un discurso multidisciplinario, reflexivo y a la vez político; todo mientras esas cabezas pensantes escriben canciones para intentar subsistir, para asumir como pueden la realidad que les toca. Eso también es el arte.

Los olvidados (Uruguay, 2018) 75 minutos Dirección: Agustín Flores. Género: Documental. Protagonistas: Aníbal González y Christian González. Música: Don Cony & Kitty. Productora: Trapecistas Producciones. Fotografía: Sebastián Martínez.

*Ahora gira por el interior (Castillos, Daymán, Las Piedras, etc.), y retoma los circuitos montevideanos alternativos en agosto (Centro Cultural Goes, Florencio Sánchez, FIC, etc.).

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Se precisan niños

Más allá de que la historia pueda tocarte de cerca o no, llegarte o no como espectador, lo que seguro es palpable en el nuevo documental de José Pedro Charlo, Trazos familiares, es su artesanía técnica y la calidez que emana; desde la elección de las bandas sonoras hasta la ejecución de primeros planos o los recortes en el armado final. Le tomó cinco años de investigación y aprendizaje hacerlo. Los documentales relativos a la historia reciente y a los procesos sociales que ha vivido el Uruguay posdictadura resultan de su interés, acaso también por haber sido ex preso político, lo que le permite volcar de lleno esa experiencia desde un lugar que pocos podrían hacerlo. Lo cierto es que se patentiza nuevamente la necesidad de profundizar sobre hechos, historias mínimas y acontecimientos que tienen un impacto sensible a nivel popular. Así lo demostró, por ejemplo, hace una década con El círculo (2008), cinta que rescata la vida del doctor Henry Engler, dirigente tupamaro y rehén de los militares durante 13 años. Y más cerca en el tiempo con el documental El almanaque (2014), que narra la historia del militante Jorge Tiscornia, preso político en el Penal de Libertad.

A propósito de Trazos familiares, Charlo comenta: “Es un trabajo que está centrado en la vida de tres familias a lo largo de varias décadas, haciendo foco en la generación más joven [que ahora ya es cuarentona]. Originalmente se me propuso hacer un trabajo sobre ‘El vuelo de los niños’ del 83 [ocurrido en Navidad]. Del origen de la idea del vuelo derivé a una historia mucho más personal y familiar, porque investigando el material de archivo del 83 encontré que en el recibimiento de los niños había un cartel que decía ‘Bienvenidos Camilo y Federico’ [dos pibes que en realidad eran vecinos puerta por puerta y de quienes Charlo conocía a sus padres], y me detuve en él; me llamó la atención porque me parecía que estaba desajustado con un evento que era muy grande”.

Ese singular cartel termina siendo un impulso para reconstruir algunas historias cuyos lazos generacionales están conectados entre sí. Entre ellas aparece la de Mariana Zaffaroni, uno de los casos de apropiación forzada más conocidos y emblemáticos en la década del 70 en Argentina. La de Trazos... es una historia de reencuentros y reconciliaciones con el presente, de aceptación y madurez en sus protagonistas, pese a que son mirados de reojo a un pasado que no se puede borrar así nomás, por más perspectiva que se adopte, por más distancia que se tome: hay imágenes y carteles en blanco y negro que aún están ahí, colgados de un recuerdo, diciéndonos algo difícil de olvidar.

Trazos familiares (Uruguay-Alemania-España, 2017) 72 minutos Guion y dirección: José Pedro Charlo. Género: Documental. Productoras: Guazú Media, Toca Sons Producciones y Sur Films. Fotografía: Diego Varela. Ilustraciones: Sebastián Santana.

*En Sala B hasta el lunes 17 y el jueves 21.

La nota recitada por Gera:


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